lunes, 16 de junio de 2014

Obra de teatro para tres hombres y una mujer

Esta obra de teatro es para tres hombres y una mujer, pero también se puede hacer con dos actores y una actriz. El autor es Marcelo Romero Hernández y si quieres montar este guión de manera profesional te puedes poner en contacto con él para que te de las autorizaciones correspondientes y hablen sobre el pago de derechos de autor. Los datos de contacto de Marcelo Romero Hernández son:  página de Facebook  o a través de su correo. (dale click a los enlaces y ponte en contacto)

Obra de teatro para tres hombres y una mujer





LA NOCHE NEGRA”


Marcelo Romero Hernández

2007

PERSONAJES:


LUIS, joven de 18 años. Rebelde y de condición humilde.
MARÍA LUISA, hermana de Luis; 14 años
CIEGO, en realidad es un enviado de Dios.
VAGABUNDO, hombre de aspecto frívolo y brusco.


ESCENOGRAFÍA
Un callejón oscuro, donde se pueden observar botes con basura tirada, papeles, restos de comida, etcétera. En este callejón se encuentran los desechos de toda la ciudad. Es como un lugar olvidado por la gente y el tiempo. El reflejo de la sociedad que ha olvidado su humanidad se ve claramente en este espacio intemporal.


ÉPOCA: Año de 1986. Noche.







Al abrirse el telón, vemos a Luis y María Luisa, entrar por el extremo derecho del escenario; se notan cansados y hambrientos, también muy preocupados. Luis tiene una mano sobre su mejilla, quejándose de vez en cuando. Ellos observan el lugar a donde sus pasos los han llevado. Luis se sienta en el piso.






ACTO I
ESCENA I
Luis y María Luisa


LUIS: No manches Mary, el golpe que me dio el jefe todavía me duele (se acaricia la mejilla con expresión de dolor.)
MARIA LUISA: (Se acerca a él y lo acaricia) Luis, que mal plan que nos hayan corrido de la casa. (Silencio corto; ella se agarra el estómago) Y tengo mucha hambre.
LUIS: (Cabizbajo) ¿Qué vamos a hacer? (Silencio corto)
MARÍA LUISA: (Un poco asustada por el lugar en donde se encuentran) Vámonos de aquí Luis, no me gusta este lugar. Regresemos a la casa a lo mejor ya se les pasó el coraje.


ESCENA II
Dichos y Vagabundo.

De entre las sombras, un montón de basura empieza a moverse, se escucha como van cayendo latas y desperdicios al suelo. Luis y María Luisa retroceden al ver aparecer de entre los restos a un hombre, es un vagabundo que estaba dormido entre la basura, se cubre con periódicos y alguna manta vieja, sucia y carcomida. Se levanta lentamente. Observa a los muchachos que están casi petrificados. El Vagabundo enciende un cigarrillo que saca de entre los andrajos que lleva por ropas. Fuma. Pausa larga. Le ofrece el cigarrillo a Luis.

VAGABUNDO: ¿Fumas, muchacho?
LUIS: (Temeroso) ¿Quién es usted?
VAGABUNDO: Soy alguien que quiere ayudarte, te estoy ofreciendo el cigarro para que te calientes un poco. (Se lo vuelve a ofrecer.)
LUIS: ¿No tiene nada, verdad?
VAGABUNDO: ¿Qué pasó, muchacho? Me ofendes, soy vagabundo pero no le hago a eso.

Luis se acerca cauteloso al Vagabundo, le quita el cigarrillo rápidamente. Vuelve a ver al Vagabundo mientras da una fumada.

VAGABUNDO: ¡Eso! Ya ves como te calienta. (Luis se lo ofrece para devolvérselo.) No gracias, quédatelo, te hace más falta, yo puedo encontrarme otros. (Empieza a buscar algo entre la basura.)
MARÍA LUISA: ¿Quién es usted? ¿Cómo se llama?
VAGABUNDO: Mi nombre no tiene importancia, he tenido muchos, pero siempre son repugnantes (Desconcierto de los chicos.) Pero el tuyo es muy bello, ¿verdad…María Luisa? (Ella queda asustada al saber el que el Vagabundo sabe su nombre.)
LUIS: (Enfrentándolo) ¿Cómo sabes el nombre de mi hermana?
VAGABUNDO: También me sé el tuyo… Luis. Yo sé tantas cosas de ustedes, toda su vida, por eso estoy aquí.
LUIS: ¡No es cierto, tú no nos conoce y será mejor que te largues!
VAGABUNDO: ¿Que me largue? ¿Y a dónde? Acaso no ves que al igual que ustedes, yo tampoco tengo un hogar al cual llegar.
LUIS: ¡Nosotros sí tenemos casa a donde regresar!
VAGABUNDO: (Sonriendo burlón.) ¿Hablas de esa casa, que parece una pocilga, con tu padre alcohólico, sin tu madre, en la que solo sufren y de la que quisieran separarse si tuvieran la oportunidad? (Sarcástico) ¡Vaya! En verdad los envidio. (Los muchachos agachan la cabeza. Pausa.) No se preocupen, hay cosas peores. A mí también me expulsaron hace años -parece que hace siglos- de mi propia casa, y nunca se me ha permitido regresar, he andado por la tierra desde entonces, caminando, viendo al mundo pasar, pero me las arreglé y aquí estoy. (Continúa buscando en la basura)
MARÍA LUISA: ¿Y vive usted aquí, en este callejón?
VAGABUNDO: Vivo en todos lados y en ninguno. Así es la vida de un vagabundo, caminar solo por el mundo sin más compañía que su propia hambre y desventura, sin más entretenimiento que el propio caminar. (Encuentra un gran papel en blanco de la basura, limpio y sin mancha.) ¡Perfecto, aquí está! (Se dirige a los muchachos enseñándoles el papel.)
LUIS: ¿Qué es eso?
VAGABUNDO: La respuesta a todos sus problemas. (Ellos no comprenden. A Luis.) Dime, Luis: ¿crees en milagros?
LUIS: ¡Por su supuesto que no! No creo en milagros, ni en iglesias, ni en almas… ¡ni en Dios!
VAGABUNDO: (Sonriendo satisfecho.) Perfecto, eso facilita mi trabajo. Lo único que tienes que hacer en firmar este papel, y cuando lo hagas, todo lo que tú y yo acordemos se te concederá. Y ya que no crees en los milagros, considéralo como un acto de magia. (Sonríe)
LUIS: ¿De qué estás hablando? Chale, no digas babosadas.
VAGABUNDO. Nada de eso. Firma esto. Entrégame tu alma y a cambio recibirás todo lo que quieras.
LUIS: Tú no eres mas que un pobre vagabundo loco, orate. Lárgate de aquí.
VAGABUNDO: (Firme) Mide bien tus palabras, Luis. Mírame bien… ¿te parezco acaso un simple e infeliz pordiosero? (Luis lo observa, titubea, no sabe qué decir) ¿Lo ves?, ahora dejémonos de tanta plática y hablemos seriamente de negocios. Te repito mi oferta: tu alma a cambio de lo que quieras, tu hambre y tu sed serán saciadas, tu dolor y sufrimiento serán consolados, podrás tener el hogar que siempre has querido, lleno de lujos y bellezas, de felicidad y ternura, de agradables momentos, tan inolvidables que nunca querrás separarte de ellos. Todo tuyo con sólo una firma. (Le acerca el papel)
LUIS: (Toma el papel, lo observa. Al Vagabundo) ¿Sólo una firma?
VAGABUNDO: Si. Un hogar lleno de infinitas comodidades, con padres amorosos, y una vida llena de placeres sin fin, sin que nadie te esté ordenando cómo llevar tus acciones y tu existencia y sin que nadie te corrija tus yerros. Sólo una firma por la felicidad eterna.
LUIS: Todo lo que dices, es todo lo que siempre he querido tener.
VAGABUNDO: Y lo tendrás, todo cuanto te he dicho y aún más. Incluso lo que creías que nunca te haría falta, será tuyo con el simple acto de desearlo.
LUIS: (Mirando fijamente el papel) ¿Tienes un lapicero?
VAGABUNDO: No, no puedes firmar esto con tinta, la tinta se desvanece, es efímera, tiene que ser que algo que perdure los tiempos y las mentes de los humanos, debes firmar con algo que evoque tu misma esencia vital, deebes formar con tu sangre.
LUIS: ¿Sangre?
VAGABUNDO: Si, la sangre no puede negar a su dueño, es la esencia de toda vida, la sangre es lo más sagrado con lo que se puede hacer convenios. ¡Cuántos hombres murieron y derramaron su sangre para salvar el honor de su doncella, que muchas veces los traicionó! ¡Muchos murieron por su orgullo! Su sangre, fue su expiación. Y precisamente tengo aquí un cuchillo, (de entre sus ropajes saca un cuchillo pequeño) acércame tu mano (toma la mano de Luis, y da un pinchazo en su mano, deja caer unas gotas de sangre en el papel) Ahora, mientras está fresca… dame tu pulgar… (coloca la huella del dedo de Luis sobre la sangre derramada en el papel).

Una vez hecha esta acción, Luis palidece como si una parte de él estuviera alejándose; deja caer el papel. Música. El Vagabundo sonríe satisfecho. María Luisa retrocede asustada y casi llorando, negando con la cabeza el proceder de su hermano.

MARÍA LUISA: Luis, ¿estás bien?

Luis mira a su hermana, trata de decir algo, pero le es imposible, empieza a llorar, ella lo abraza. El Vagabundo desperece entre las sombras y la basura. Telón rápido.


ACTO II


Sala lujosamente amueblada, cuadros finos, un puerta que da a la derecha que comunica a otra habitaciones, otra a la izquierda que da hacia la calle; en primer término y a la izquierda se encuentra en pequeño escritorio, una silla y una pequeña lámpara, también papel y bolígrafos; un gran ventanal con grandes cortinas verdes al fondo del foro; el juego de sala se encuentra a la derecha en segundo término. Los pequeños detalles de escenografía para ésta escena, se deja a consideración del director, actores o escenógrafo. Al abrirse el telón, vemos a María Luisa totalmente cambiada, tanto de aspecto como de ropa, han pasado los años, ahora ella tiene 20 años y viste ropa llamativa, fina, de acuerdo a su edad, está sentada en la silla frente al escritorio, escribe una carta. Momentos después aparece por la izquierda Luis, también cambiado de aspecto y ropa. Los pesares de ambos personajes parecen haber desaparecido hace mucho tiempo.



ESCENA I
Luis y María Luisa

LUIS: (Entrando) Aquí me tienes, ¿qué es lo que tenías que decirme que era tan urgente?
MARÍA LUISA: Luis, hermanito. (Corre a abrazarlo)
LUIS: (Apartándola lentamente) En serio, tengo que irme. ¿Qué quieres?
MARÍA LUISA: Luis, ¿eres feliz?
LUIS: Vamos, Luisa, no tengo tiempo para esto…
MARÍA LUISA: Respóndeme, ¿eres acaso feliz?
LUIS: Mira, en realidad…
MARÍA LUISA: (Insistente) Dime.
LUIS: Sí, hermana, soy feliz. ¿Quién no lo sería teniendo todo lo que tú y yo tenemos? Una gran casa, buenas personas que cuidan de nosotros y que nos dan dinero a manos llenas, lujos, comodidades… Sí soy feliz, soy inmensamente feliz. (María luisa se desilusiona) Y si eso era todo lo que querías decirme, me voy, tengo una cita.
MARÍA LUISA: No, espera por favor.
LUIS: ¿Tienes más? Dilo rápido.
MARÍA LUISA: Luis, hermano, he estado pensado: quiero irme de aquí, quiero dejar esta vida, sé que te lo he dicho muchas veces, pero es que no soporto más vivir de este modo.
LUIS: ¿Has perdido la razón? ¿Dejar todo lo que tenemos e irnos así como así, sin agradecimientos, sin decirle nada a nadie, como si fuéramos polvo?
MARÍA LUISA: A ti te gusta vivir así, pero a mí no. ¿No me entiendes? No puedo sacarme de la cabeza ese encuentro con ese vagabundo al que le firmaste ese papel.
LUIS: ¿Pero de qué hablas? ¿Acaso le creíste esa tontería de mi alma? Por favor, María Luisa.
MARÍA: Entonces cómo te explicas todo esto, La suerte que nos cambió a los pocos días de haberlo visto, todo parecía mágico, todo se nos daba en bandeja de plata. ¿Cómo explicas eso?
LUIS: (Ligeramente turbado) No digas disparates, es solo nuestra suerte, que cambió.
MARÍA LUISA: Es inaudito que de la noche a la mañana, las personas tengan tanta suerte.
LUIS: Pues nosotros seremos los primeros.
MARÍA LUISA: Te equivocas, Luis; miles de personas en el mundo viven tratando de tener una mejor vida y varias veces mueren antes de conseguirla. Ellas pasan por momentos difíciles, por noches negras, oscuras, y esa oscuridad se les hace infinita, eterna. ¿Qué tenemos nosotros de especiales para que hayamos salido de esas tinieblas?
LUIS: ¡Cállate! Ahora escucha: lo que ese hombre me dijo eran estupideces, no existe ningún alma, no existe ningún Dios. Lo único que las personas tienen es lo que les da esta vida, el dinero y el poder, y cuando lo tienes debes tener más. ¡Eso es lo único que importa!
MARÍALUISA: No es cierto, la familia es lo más importante y sagrado que una persona posee.
LUIS: Precisamente por eso nunca dejé que nos separaran, cuando esas personas nos aceptaron en esta casa, me querían solo a mí, pero yo siempre dije que tendrías que venir tú, de lo contrario no aceptaría nada. Y ya lo ves, nunca te ha faltado nada desde entonces, no veo que te quejes de la buena ropa y la sabrosa comida que tienes diariamente. ¿O miento?
MARÍA LUISA: (Al decir éste diálogo, ella comienza a llorar) Tienes razón, siempre quisiste que estuviera a tu lado en esta vida de confort, pero no lo hice para satisfacer mis propios placeres, lo hice por el simple hecho de estar contigo, porque desde esa noche horrible, noté que habías cambiado y no podía dejarte que lucharas solo con ello.
LUIS: No llores, María Luisa, a mí no me ha pasado nada.
MARÍA LUISA: Entonces ¿por qué siempre estás tan distante, tan alejado de mí?
LUIS: Pero si siempre estoy a tu lado.
MARÍA LUISA: No como antes, algo te ha pasado (Correo a llorar en un sillón)

Luis, se queda por momentos de pie e inmóvil parece ser que las palabras de su hermana han tenido un pequeño impacto en él. La mira con compasión se acerca a ella, la toma de la mano, acerca su cabeza a su hombro, Ella empieza a detener su llanto.

MARÍA LUISA: No quiero perderte.
LUIS: Tontita, nunca me vas a perder, siempre voy a estar contigo. Mira si de algo te sirve escucharlo, tal vez sí tengo un alma, pero sigue siendo mía, no te preocupes. Ahora ya deja de llorar, tengo que irme se me hace tarde, tengo que ver a unas personas en el centro (la besa). No tardaré, cuando regrese iremos al cine o mejor al teatro a ver esa obra que te gustó, ¿de acuerdo? (Ella asiente) Bien, adiós cuídate.

Luis sale por izquierda. María Luisa, se queda unos segundo sentada, después, convencida, regresa al escritorio y continúa escribiendo. Oscuro.





ACTO III

La misma escenografía del Acto I. María Luisa entra por derecha. Busca algo entre las sombras. Se detiene ante un montón de basura.

ESCENA I
María Luisa, después Vagabundo.


MARÍA LUISA: Despierta, sé muy bien que estás ahí.

Del mismo modo en que apareció la primera vez, el Vagabundo se incorpora.

VAGABUNDO: ¿Qué deseas, María Luisa?
MARÍA LUISA: Sabes perfectamente lo que quiero, quiero que me devuelvas a mi hermano.
VAGABUNDO: Yo nunca te he quitado a tu hermano.
MARÍA LUISA: No trates de enredarme en tus asquerosas telarañas, sabes bien a lo que me refiero. Devuelve lo que le quitaste a él. ¿Crees que no me doy cuenta? Antes, a pesar de todo el sufrimiento en que vivíamos, podía yo sentir su amor y su cariño, lo veía a los ojos y podía ver ese resplandor centelleante, comos si me estuviera diciendo: “Ánimo, saldremos de esto”. (Al Vagabundo) Pero ahora cuando lo miró a los ojos veo un neblina que los cubre, camina no como caminan lo seres de este mundo, lo hace como si fuera una máquina, como un sonámbulo, igual que una marioneta, no tiene un rumbo fijo. Y es por ese maldito papel en donde le hiciste poner su huella.
VAGABUNDO: ¿Quién es la que teje telarañas ahora? Yo nunca le hice poner nada en ningún lado, nada; él es dueño de sus acciones, él firmó libremente el contrato. Todo ser humano debe responsabilizarse de sus actos, y no debe dejar que otros carguen con sus culpas.
MARÍA LUISA: Tienes razón, nadie debe dejar a otro que cargue sus culpas, por eso he venido a buscarte, mi hermano no me ha pedido que lo ayude, soy yo, libre y decididamente, yo vengo a cargar con el grillete que lleva mi hermano.
VAGABUNDO: ¿Qué dices?
MARÍA LUISA: Lo que has oído: yo, a cambio de la libertad de mi hermano. Firmaré lo que sea, aceptaré toda la culpa y la responsabilidad, si me pones en el lugar de Luis. (Se arrodilla ante el Vagabundo.)

Él se acerca a ella, le levanta la cabeza y la mira directamente a los ojos. Esta escena se mantiene unos segundos. Después el Vagabundo la aparta de sí, con desprecio, le da la espalda y dice:

VAGABUNDO: No puedo aceptar el trato.
MARÍA LUISA: ¿Qué dices?
VAGABUNDO: He sido claro, no me interesa lo que me ofreces. Adiós. (Empieza el mutis. María Luisa se ha quedado asombrada, pero al ver que se aleja, le grita al Vagabundo.)
MARÍA LUISA: ¡Espera! ¿Por qué no quieres pactar? ¿Qué viste en mis ojos para que no quieras lo que te ofrezco? Pensé que aceptabas a cualquiera.
VAGABUNDO: (Girando sobre sí mismo) ¡A cualquiera, si! Pero existen leyes que hasta yo tengo que obedecer.
MARÍA LUISA: ¿De qué hablas?
VAGABUNDO: Muchas son las leyes que los hombres tienen para regir su vida. Algunas son verdaderas obras maestras, pero la mayoría, la gran mayoría han sido inspiradas por mí, algunas incluso han sido escritas por mi puño y letra. Pero hay una ley a la que debo acatar, una a la que no puedo superar… (Pausa) la pureza del amor. ¡Maldita sea! Por esa asquerosa ley he perdido muchas almas. Tu alma es pura y la mueve por completo el amor a tu hermano y mientras siga así, no puedo tomarla, me es imposible, por eso tu trato no tiene atracción para mí. (Resuelto) Vete y vive la vida que la suerte de tu hermano te ha dado y no me busques más. (Nuevo intento de salida)
MARÍA LUISA: ¡Espera!
VAGABUNDO: (Furioso y desesperado) ¡¿Qué quieres?! Qué necia, ¿no entiendes que tu alma es pura y que no tengo poder sobre ella?
MARÍA LUISA: (Poniéndose de pie) Lo entiendo, pero puedo mancharla de mil maneras para que puedas tomarla, yano soy una chiquilla tonta, me doy cuenta perfectamente de cómo me miran los hombres, sé perfectamente lo que se imaginan al ver mi cuerpo, un cuerpo joven y firme, una piel tersa, un rostro fino y rosado. Puedo hacer que mi alma sea negra, negra como los cuervos, negra como la noche, la más negra de todas… y cuando lo haga podrás tomarla y así salvar de las llamas del infierno a mi hermano.
VAGABUNDO: (Impasible) ¿No terminas de entender? Esa ley es inquebrantable, aunque te revolcaras con todos los hombres del mundo como una mujerzuela, aunque llenaras tu vida de crímenes y de asaltos, aunque cometieras todas las malas acciones de esta vida, si lo haces por verdadero amor, debajo de toda la inmundicia con la que mancharías tu ser, seguiría estando tu alma incorrupta, virginal y pura. El amor es lo único a lo que no puedo someter, tu pureza no la puedo corromper yo.

En las últimas palabras, María Luisa se siente derrotada y baja la cabeza, empieza a llorar, se lleva las manos al rostro.

MARÍA LUISA: Entonces todo está perdido. Jamás podré recuperar a mi hermano.
VAGABUNDO: Jamás. Ahora él me pertenece. (Mutis por la izquierda)

Nuevo llanto de María Luisa. Permanece en el suelo varios segundos sufriendo. De repente levanta la cabeza, mira por todo el callejón, se levanta, empieza a buscar entre los desperdicios hasta encontrar un vidrio roto. Lo toma entre sus manos, lo observa detenidamente, lo levanta sobre su cabeza como si el vidrio fuera una especia de salvación divina, la respuesta que ella estaba buscando. Lo contempla ensimismada. Lo acaricia.

MARÍA LUISA: (Mirando hacia el cielo) Dios mío, he perdido a mi hermano para siempre, él es lo único por lo que valía la pena estar en esta vida. Todo mi cariño era para él. Si ya no lo tengo no quiero seguir viviendo en este mundo. ¡Dios mío! No puedo vivir viendo a Luis como un títere sin voluntad, no deseo verlo así. (Para sí misma.) Perdóname, hermanito. Te estaré esperando, estaré lejos, muy lejos, pero nos volveremos a encontrar y estaremos juntos eternamente. Pero hoy no… hoy estoy muy lejos.

Serenamente, María Luisa toma un vidrio que se encuentra tirado y se corta las venas. La sangre escurre por sus brazos. Dirige su mirada al cielo. Ahora una luz cenital cae sobre María Luisa, todas las demás luces del escenario han sido apagadas. Cierra los ojos lentamente. Oscuro rápido.


ESCENA II
Luis, Ciego.

La misma escenografía anterior. El cuerpo de María Luisa no está. Sentado en un rincón, un ciego come un trozo de pan duro. Sus ojos son blanquizcos y débiles, su ropa vieja, no usa calzado alguno. Después de unos segundos entra Luis, con ropa nueva, bañado y aseado. Busca por el callejón algo. Se dirige al ciego.

LUIS: Oiga, ¿no vio pasar por aquí a una muchacha?
CIEGO: (Inmutable) No sé.
LUIS: Es una muchacha muy bonita, como te 20 años, viste bien.
CIEGO: (Ídem) No sé.
LUIS: (Ligeramente frustrado) Una mujer por aquí, no es difícil ver a alguien de su descripción por estos rumbos.
CIEGO: No sé si ha pasado alguien así, y aunque lo hubiera hecho (levantando la cabeza) no lo podría ver. ¿Acaso no notas mi ceguera?
LUIS: (Turbado) Perdón, no lo noté.
CIEGO: Es natural. Nadie se da cuenta de lo más obvio hasta cuando ya es tarde.
LUIS: Sabe, estoy buscando a mi hermana, me dejó una nota, diciéndome que vendría a este lugar. ¿No notó algo, algún ruido, conversación?
CIEGO: Oí algo hace poco tiempo.
LUIS: ¿Qué oyó?
CIEGO: A una mujer, una chica, hablando con un hombre.
LUIS: Debió ser ella. ¿Qué dijeron? ¿De qué hablaron?
CIEGO: Cosas sin importancia: de contratos, de almas… de Dios. Cosas absurdas.
LUIS: Para nada. No son cosas absurdas. ¿Acaso no cree en Dios?
CIEGO: Claro que sí, he creído en él desde mi nacimiento y nunca lo he culpado de mi condición. Pero tú, es extraño, desde hace muchos años no creías en él.
LUIS: ¿Yo?
CIEGO: Si, por hiciste ese trato con aquel vagabundo.
LUIS: ¿Qué sabes tú eso?
CIEGO: Mucho; sé que cambiaste tu alma por tener las ropas que vistes, por tener la comida que ingieres, por tener a la familia que posees. Y también por ese mismo trato es que tu hermana… se ha ido.
LUIS: (Asustado) ¿Se ha ido? ¿A dónde?
CIEGO: A un lugar del que sólo se puede salir con mucha fe, devoción y rezos.
LUIS: ¡¿Dónde está?!
CIEGO: En el purgatorio.
LUIS: ¿Qué dices?
CIEGO: Ella vino aquí a hablar con ese hombre para tratar de salvarte, pero él fue más listo que tu hermana; hizo que ella perdiera la fe, perdiera toda esperanza en recuperarte… se cortó las venas y murió en ese lugar. (Señala en lugar donde María luisa murió) Y has de saber que por esa acción está en el purgatorio, porque los suicidas no entran en la salvación. Pero haber hecho lo que hizo tratando de salvarte, recibió indulgencias, y no fue remitida tampoco al infierno.
LUIS: No puedo creer lo que me estás diciendo.
CIEGO: Es comprensible.
LUIS: (Llora) No puede ser que haya perdido a mi hermanita.
CIEGO: Mira dentro de tu corazón, Luis, sabrás que todo lo que he dicho es verdad.

El ciego se incorpora y empieza a salir de la escena. Luis llora. Voltea a verlo.

LUIS: Espera. ¿Qué puedo hacer?
CIEGO: Sólo que tú quieras hacer. Ni siquiera el poder más grande controla tus actos. Solo los conoce. Adiós. (Sale)

Luis queda hincado en el escenario llorando. Levanta la mirada al cielo.

LUIS: (inconsolable) Hermanita, perdóname, yo solo quería una vida mejor, una vida feliz para ti, lo único que quería es que dejarás de sufrir… y no se qué pasó, creo que estaré mejor allá contigo (agarra un vidrio y se la clava en el estómago) ya que aquí no tengo nada, tú eras lo único que tenía. (Muere)


FIN

Atlixco, Pue.

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