Esta obra de teatro es para tres hombres y una mujer, pero también se puede hacer con dos actores y una actriz. El autor es Marcelo Romero Hernández y si quieres montar este guión de manera profesional te puedes poner en contacto con él para que te de las autorizaciones correspondientes y hablen sobre el pago de derechos de autor. Los datos de contacto de Marcelo Romero Hernández son: página de Facebook o a través de su correo. (dale click a los enlaces y ponte en contacto)
Obra de teatro para tres hombres y una mujer
“LA NOCHE NEGRA”
Marcelo
Romero Hernández
2007
PERSONAJES:
LUIS,
joven de 18 años. Rebelde y de condición humilde.
MARÍA
LUISA, hermana de Luis; 14
años
CIEGO,
en realidad es un enviado de Dios.
VAGABUNDO,
hombre de aspecto frívolo y brusco.
ESCENOGRAFÍA
Un
callejón oscuro, donde se pueden observar botes con basura tirada,
papeles, restos de comida, etcétera. En este callejón se encuentran
los desechos de toda la ciudad. Es como un lugar olvidado por la
gente y el tiempo. El reflejo de la sociedad que ha olvidado su
humanidad se ve claramente en este espacio intemporal.
ÉPOCA:
Año de 1986. Noche.
Al
abrirse el telón, vemos a Luis y María Luisa, entrar por el extremo
derecho del escenario; se notan cansados y hambrientos, también muy
preocupados. Luis tiene una mano sobre su mejilla, quejándose de vez
en cuando. Ellos observan el lugar a donde sus pasos los han llevado.
Luis se sienta en el piso.
ACTO
I
ESCENA
I
Luis
y María Luisa
LUIS:
No manches Mary, el golpe que me dio el jefe todavía me duele (se
acaricia la mejilla con expresión de dolor.)
MARIA
LUISA: (Se acerca a él y lo
acaricia) Luis, que mal
plan que nos hayan corrido de la casa. (Silencio
corto; ella se agarra el estómago)
Y tengo mucha hambre.
LUIS:
(Cabizbajo)
¿Qué vamos a hacer? (Silencio
corto)
MARÍA
LUISA: (Un poco asustada por
el lugar en donde se encuentran)
Vámonos de aquí Luis, no me gusta este lugar. Regresemos a la casa
a lo mejor ya se les pasó el coraje.
ESCENA
II
Dichos
y Vagabundo.
De
entre las sombras, un montón de basura empieza a moverse, se escucha
como van cayendo latas y desperdicios al suelo. Luis y María Luisa
retroceden al ver aparecer de entre los restos a un hombre, es un
vagabundo que estaba dormido entre la basura, se cubre con periódicos
y alguna manta vieja, sucia y carcomida. Se levanta lentamente.
Observa a los muchachos que están casi petrificados. El Vagabundo
enciende un cigarrillo que saca de entre los andrajos que lleva por
ropas. Fuma. Pausa larga. Le ofrece el cigarrillo a Luis.
VAGABUNDO:
¿Fumas, muchacho?
LUIS:
(Temeroso)
¿Quién es usted?
VAGABUNDO:
Soy alguien que quiere ayudarte, te estoy ofreciendo el cigarro para
que te calientes un poco. (Se
lo vuelve a ofrecer.)
LUIS:
¿No tiene nada, verdad?
VAGABUNDO:
¿Qué pasó, muchacho? Me ofendes, soy vagabundo pero no le hago a
eso.
Luis
se acerca cauteloso al Vagabundo, le quita el cigarrillo rápidamente.
Vuelve a ver al Vagabundo mientras da una fumada.
VAGABUNDO:
¡Eso! Ya ves como te calienta. (Luis
se lo ofrece para devolvérselo.)
No gracias, quédatelo, te hace más falta, yo puedo encontrarme
otros. (Empieza a buscar
algo entre la basura.)
MARÍA
LUISA: ¿Quién es usted? ¿Cómo se llama?
VAGABUNDO:
Mi nombre no tiene importancia, he tenido muchos, pero siempre son
repugnantes (Desconcierto de
los chicos.) Pero el tuyo
es muy bello, ¿verdad…María Luisa? (Ella
queda asustada al saber el que el Vagabundo sabe su nombre.)
LUIS:
(Enfrentándolo)
¿Cómo sabes el nombre de mi hermana?
VAGABUNDO:
También me sé el tuyo… Luis. Yo sé tantas cosas de ustedes, toda
su vida, por eso estoy aquí.
LUIS:
¡No es cierto, tú no nos conoce y será mejor que te largues!
VAGABUNDO:
¿Que me largue? ¿Y a dónde? Acaso no ves que al igual que ustedes,
yo tampoco tengo un hogar al cual llegar.
LUIS:
¡Nosotros sí tenemos casa a donde regresar!
VAGABUNDO:
(Sonriendo burlón.)
¿Hablas de esa casa, que parece una pocilga, con tu padre
alcohólico, sin tu madre, en la que solo sufren y de la que
quisieran separarse si tuvieran la oportunidad? (Sarcástico)
¡Vaya! En verdad los envidio. (Los
muchachos agachan la cabeza. Pausa.)
No se preocupen, hay cosas peores. A mí también me expulsaron hace
años -parece que hace siglos- de mi propia casa, y nunca se me ha
permitido regresar, he andado por la tierra desde entonces,
caminando, viendo al mundo pasar, pero me las arreglé y aquí
estoy. (Continúa buscando
en la basura)
MARÍA
LUISA: ¿Y vive usted aquí, en este callejón?
VAGABUNDO:
Vivo en todos lados y en ninguno. Así es la vida de un vagabundo,
caminar solo por el mundo sin más compañía que su propia hambre y
desventura, sin más entretenimiento que el propio caminar.
(Encuentra un gran papel en
blanco de la basura, limpio y sin mancha.)
¡Perfecto, aquí está! (Se
dirige a los muchachos enseñándoles el papel.)
LUIS:
¿Qué es eso?
VAGABUNDO:
La respuesta a todos sus problemas. (Ellos
no comprenden. A Luis.)
Dime, Luis: ¿crees en milagros?
LUIS:
¡Por su supuesto que no! No creo en milagros, ni en iglesias, ni en
almas… ¡ni en Dios!
VAGABUNDO:
(Sonriendo satisfecho.)
Perfecto, eso facilita mi trabajo. Lo único que tienes que hacer en
firmar este papel, y cuando lo hagas, todo lo que tú y yo acordemos
se te concederá. Y ya que no crees en los milagros, considéralo
como un acto de magia. (Sonríe)
LUIS:
¿De qué estás hablando? Chale, no digas babosadas.
VAGABUNDO.
Nada de eso. Firma esto. Entrégame tu alma y a cambio recibirás
todo lo que quieras.
LUIS:
Tú no eres mas que un pobre vagabundo loco, orate. Lárgate de aquí.
VAGABUNDO:
(Firme)
Mide bien tus palabras, Luis. Mírame bien… ¿te parezco acaso un
simple e infeliz pordiosero? (Luis
lo observa, titubea, no sabe qué decir)
¿Lo ves?, ahora dejémonos de tanta plática y hablemos seriamente
de negocios. Te repito mi oferta: tu alma a cambio de lo que quieras,
tu hambre y tu sed serán saciadas, tu dolor y sufrimiento serán
consolados, podrás tener el hogar que siempre has querido, lleno de
lujos y bellezas, de felicidad y ternura, de agradables momentos, tan
inolvidables que nunca querrás separarte de ellos. Todo tuyo con
sólo una firma. (Le acerca
el papel)
LUIS:
(Toma el papel, lo observa.
Al Vagabundo) ¿Sólo una
firma?
VAGABUNDO:
Si. Un hogar lleno de infinitas comodidades, con padres amorosos, y
una vida llena de placeres sin fin, sin que nadie te esté ordenando
cómo llevar tus acciones y tu existencia y sin que nadie te corrija
tus yerros. Sólo una firma por la felicidad eterna.
LUIS:
Todo lo que dices, es todo lo que siempre he querido tener.
VAGABUNDO:
Y lo tendrás, todo cuanto te he dicho y aún más. Incluso lo que
creías que nunca te haría falta, será tuyo con el simple acto de
desearlo.
LUIS:
(Mirando fijamente el papel)
¿Tienes un lapicero?
VAGABUNDO:
No, no puedes firmar esto con tinta, la tinta se desvanece, es
efímera, tiene que ser que algo que perdure los tiempos y las mentes
de los humanos, debes firmar con algo que evoque tu misma esencia
vital, deebes formar con tu sangre.
LUIS:
¿Sangre?
VAGABUNDO:
Si, la sangre no puede negar a su dueño, es la esencia de toda vida,
la sangre es lo más sagrado con lo que se puede hacer convenios.
¡Cuántos hombres murieron y derramaron su sangre para salvar el
honor de su doncella, que muchas veces los traicionó! ¡Muchos
murieron por su orgullo! Su sangre, fue su expiación. Y precisamente
tengo aquí un cuchillo, (de
entre sus ropajes saca un cuchillo pequeño)
acércame tu mano (toma la
mano de Luis, y da un pinchazo en su mano, deja caer unas gotas de
sangre en el papel) Ahora,
mientras está fresca… dame tu pulgar… (coloca
la huella del dedo de Luis sobre la sangre derramada en el papel).
Una
vez hecha esta acción, Luis palidece como si una parte de él
estuviera alejándose; deja caer el papel. Música. El Vagabundo
sonríe satisfecho. María Luisa retrocede asustada y casi llorando,
negando con la cabeza el proceder de su hermano.
MARÍA
LUISA: Luis, ¿estás bien?
Luis
mira a su hermana, trata de decir algo, pero le es imposible, empieza
a llorar, ella lo abraza. El Vagabundo desperece entre las sombras y
la basura. Telón rápido.
ACTO
II
Sala
lujosamente amueblada, cuadros finos, un puerta que da a la derecha
que comunica a otra habitaciones, otra a la izquierda que da hacia la
calle; en primer término y a la izquierda se encuentra en pequeño
escritorio, una silla y una pequeña lámpara, también papel y
bolígrafos; un gran ventanal con grandes cortinas verdes al fondo
del foro; el juego de sala se encuentra a la derecha en segundo
término. Los pequeños detalles de escenografía para ésta escena,
se deja a consideración del director, actores o escenógrafo. Al
abrirse el telón, vemos a María Luisa totalmente cambiada, tanto de
aspecto como de ropa, han pasado los años, ahora ella tiene 20 años
y viste ropa llamativa, fina, de acuerdo a su edad, está sentada en
la silla frente al escritorio, escribe una carta. Momentos después
aparece por la izquierda Luis, también cambiado de aspecto y ropa.
Los pesares de ambos personajes parecen haber desaparecido hace mucho
tiempo.
ESCENA
I
Luis
y María Luisa
LUIS:
(Entrando)
Aquí me tienes, ¿qué es lo que tenías que decirme que era tan
urgente?
MARÍA
LUISA: Luis, hermanito. (Corre
a abrazarlo)
LUIS:
(Apartándola lentamente)
En serio, tengo que irme. ¿Qué quieres?
MARÍA
LUISA: Luis, ¿eres feliz?
LUIS:
Vamos, Luisa, no tengo tiempo para esto…
MARÍA
LUISA: Respóndeme, ¿eres acaso feliz?
LUIS:
Mira, en realidad…
MARÍA
LUISA: (Insistente)
Dime.
LUIS:
Sí, hermana, soy feliz. ¿Quién no lo sería teniendo todo lo que
tú y yo tenemos? Una gran casa, buenas personas que cuidan de
nosotros y que nos dan dinero a manos llenas, lujos, comodidades…
Sí soy feliz, soy inmensamente feliz. (María luisa se desilusiona)
Y si eso era todo lo que querías decirme, me voy, tengo una cita.
MARÍA
LUISA: No, espera por favor.
LUIS:
¿Tienes más? Dilo rápido.
MARÍA
LUISA: Luis, hermano, he estado pensado: quiero irme de aquí, quiero
dejar esta vida, sé que te lo he dicho muchas veces, pero es que no
soporto más vivir de este modo.
LUIS:
¿Has perdido la razón? ¿Dejar todo lo que tenemos e irnos así
como así, sin agradecimientos, sin decirle nada a nadie, como si
fuéramos polvo?
MARÍA
LUISA: A ti te gusta vivir así, pero a mí no. ¿No me entiendes? No
puedo sacarme de la cabeza ese encuentro con ese vagabundo al que le
firmaste ese papel.
LUIS:
¿Pero de qué hablas? ¿Acaso le creíste esa tontería de mi alma?
Por favor, María Luisa.
MARÍA:
Entonces cómo te explicas todo esto, La suerte que nos cambió a los
pocos días de haberlo visto, todo parecía mágico, todo se nos daba
en bandeja de plata. ¿Cómo explicas eso?
LUIS:
(Ligeramente turbado)
No digas disparates, es solo nuestra suerte, que cambió.
MARÍA
LUISA: Es inaudito que de la noche a la mañana, las personas tengan
tanta suerte.
LUIS:
Pues nosotros seremos los primeros.
MARÍA
LUISA: Te equivocas, Luis; miles de personas en el mundo viven
tratando de tener una mejor vida y varias veces mueren antes de
conseguirla. Ellas pasan por momentos difíciles, por noches negras,
oscuras, y esa oscuridad se les hace infinita, eterna. ¿Qué tenemos
nosotros de especiales para que hayamos salido de esas tinieblas?
LUIS:
¡Cállate! Ahora escucha: lo que ese hombre me dijo eran
estupideces, no existe ningún alma, no existe ningún Dios. Lo único
que las personas tienen es lo que les da esta vida, el dinero y el
poder, y cuando lo tienes debes tener más. ¡Eso es lo único que
importa!
MARÍALUISA:
No es cierto, la familia es lo más importante y sagrado que una
persona posee.
LUIS:
Precisamente por eso nunca dejé que nos separaran, cuando esas
personas nos aceptaron en esta casa, me querían solo a mí, pero yo
siempre dije que tendrías que venir tú, de lo contrario no
aceptaría nada. Y ya lo ves, nunca te ha faltado nada desde
entonces, no veo que te quejes de la buena ropa y la sabrosa comida
que tienes diariamente. ¿O miento?
MARÍA
LUISA: (Al decir éste
diálogo, ella comienza a llorar)
Tienes razón, siempre quisiste que estuviera a tu lado en esta vida
de confort, pero no lo hice para satisfacer mis propios placeres, lo
hice por el simple hecho de estar contigo, porque desde esa noche
horrible, noté que habías cambiado y no podía dejarte que lucharas
solo con ello.
LUIS:
No llores, María Luisa, a mí no me ha pasado nada.
MARÍA
LUISA: Entonces ¿por qué siempre estás tan distante, tan alejado
de mí?
LUIS:
Pero si siempre estoy a tu lado.
MARÍA
LUISA: No como antes, algo te ha pasado (Correo
a llorar en un sillón)
Luis,
se queda por momentos de pie e inmóvil parece ser que las palabras
de su hermana han tenido un pequeño impacto en él. La mira con
compasión se acerca a ella, la toma de la mano, acerca su cabeza a
su hombro, Ella empieza a detener su llanto.
MARÍA
LUISA: No quiero perderte.
LUIS:
Tontita, nunca me vas a perder, siempre voy a estar contigo. Mira si
de algo te sirve escucharlo, tal vez sí tengo un alma, pero sigue
siendo mía, no te preocupes. Ahora ya deja de llorar, tengo que irme
se me hace tarde, tengo que ver a unas personas en el centro (la
besa). No tardaré, cuando
regrese iremos al cine o mejor al teatro a ver esa obra que te gustó,
¿de acuerdo? (Ella asiente) Bien, adiós cuídate.
Luis
sale por izquierda. María Luisa, se queda unos segundo sentada,
después, convencida, regresa al escritorio y continúa escribiendo.
Oscuro.
ACTO
III
La
misma escenografía del Acto I. María Luisa entra por derecha. Busca
algo entre las sombras. Se detiene ante un montón de basura.
ESCENA
I
María
Luisa, después Vagabundo.
MARÍA
LUISA: Despierta, sé muy bien que estás ahí.
Del
mismo modo en que apareció la primera vez, el Vagabundo se
incorpora.
VAGABUNDO:
¿Qué deseas, María Luisa?
MARÍA
LUISA: Sabes perfectamente lo que quiero, quiero que me devuelvas a
mi hermano.
VAGABUNDO:
Yo nunca te he quitado a tu hermano.
MARÍA
LUISA: No trates de enredarme en tus asquerosas telarañas, sabes
bien a lo que me refiero. Devuelve lo que le quitaste a él. ¿Crees
que no me doy cuenta? Antes, a pesar de todo el sufrimiento en que
vivíamos, podía yo sentir su amor y su cariño, lo veía a los ojos
y podía ver ese resplandor centelleante, comos si me estuviera
diciendo: “Ánimo, saldremos de esto”. (Al
Vagabundo) Pero ahora
cuando lo miró a los ojos veo un neblina que los cubre, camina no
como caminan lo seres de este mundo, lo hace como si fuera una
máquina, como un sonámbulo, igual que una marioneta, no tiene un
rumbo fijo. Y es por ese maldito papel en donde le hiciste poner su
huella.
VAGABUNDO:
¿Quién es la que teje telarañas ahora? Yo nunca le hice poner nada
en ningún lado, nada; él es dueño de sus acciones, él firmó
libremente el contrato. Todo ser humano debe responsabilizarse de sus
actos, y no debe dejar que otros carguen con sus culpas.
MARÍA
LUISA: Tienes razón, nadie debe dejar a otro que cargue sus culpas,
por eso he venido a buscarte, mi hermano no me ha pedido que lo
ayude, soy yo, libre y decididamente, yo vengo a cargar con el
grillete que lleva mi hermano.
VAGABUNDO:
¿Qué dices?
MARÍA
LUISA: Lo que has oído: yo, a cambio de la libertad de mi hermano.
Firmaré lo que sea, aceptaré toda la culpa y la responsabilidad, si
me pones en el lugar de Luis. (Se
arrodilla ante el Vagabundo.)
Él
se acerca a ella, le levanta la cabeza y la mira directamente a los
ojos. Esta escena se mantiene unos segundos. Después el Vagabundo la
aparta de sí, con desprecio, le da la espalda y dice:
VAGABUNDO:
No puedo aceptar el trato.
MARÍA
LUISA: ¿Qué dices?
VAGABUNDO:
He sido claro, no me interesa lo que me ofreces. Adiós. (Empieza
el mutis. María Luisa se ha quedado asombrada, pero al ver que se
aleja, le grita al Vagabundo.)
MARÍA
LUISA: ¡Espera! ¿Por qué no quieres pactar? ¿Qué viste en mis
ojos para que no quieras lo que te ofrezco? Pensé que aceptabas a
cualquiera.
VAGABUNDO:
(Girando sobre sí mismo)
¡A cualquiera, si! Pero existen leyes que hasta yo tengo que
obedecer.
MARÍA
LUISA: ¿De qué hablas?
VAGABUNDO:
Muchas son las leyes que los hombres tienen para regir su vida.
Algunas son verdaderas obras maestras, pero la mayoría, la gran
mayoría han sido inspiradas por mí, algunas incluso han sido
escritas por mi puño y letra. Pero hay una ley a la que debo acatar,
una a la que no puedo superar… (Pausa)
la pureza del amor. ¡Maldita sea! Por esa asquerosa ley he perdido
muchas almas. Tu alma es pura y la mueve por completo el amor a tu
hermano y mientras siga así, no puedo tomarla, me es imposible, por
eso tu trato no tiene atracción para mí. (Resuelto)
Vete y vive la vida que la suerte de tu hermano te ha dado y no me
busques más. (Nuevo intento
de salida)
MARÍA
LUISA: ¡Espera!
VAGABUNDO:
(Furioso y desesperado)
¡¿Qué quieres?! Qué necia, ¿no entiendes que tu alma es pura y
que no tengo poder sobre ella?
MARÍA
LUISA: (Poniéndose de pie)
Lo entiendo, pero puedo mancharla de mil maneras para que puedas
tomarla, yano soy una chiquilla tonta, me doy cuenta perfectamente
de cómo me miran los hombres, sé perfectamente lo que se imaginan
al ver mi cuerpo, un cuerpo joven y firme, una piel tersa, un rostro
fino y rosado. Puedo hacer que mi alma sea negra, negra como los
cuervos, negra como la noche, la más negra de todas… y cuando lo
haga podrás tomarla y así salvar de las llamas del infierno a mi
hermano.
VAGABUNDO:
(Impasible)
¿No terminas de entender? Esa ley es inquebrantable, aunque te
revolcaras con todos los hombres del mundo como una mujerzuela,
aunque llenaras tu vida de crímenes y de asaltos, aunque cometieras
todas las malas acciones de esta vida, si lo haces por verdadero
amor, debajo de toda la inmundicia con la que mancharías tu ser,
seguiría estando tu alma incorrupta, virginal y pura. El amor es lo
único a lo que no puedo someter, tu pureza no la puedo corromper yo.
En
las últimas palabras, María Luisa se siente derrotada y baja la
cabeza, empieza a llorar, se lleva las manos al rostro.
MARÍA
LUISA: Entonces todo está perdido. Jamás podré recuperar a mi
hermano.
VAGABUNDO:
Jamás. Ahora él me pertenece. (Mutis
por la izquierda)
Nuevo
llanto de María Luisa. Permanece en el suelo varios segundos
sufriendo. De repente levanta la cabeza, mira por todo el callejón,
se levanta, empieza a buscar entre los desperdicios hasta encontrar
un vidrio roto. Lo toma entre sus manos, lo observa detenidamente, lo
levanta sobre su cabeza como si el vidrio fuera una especia de
salvación divina, la respuesta que ella estaba buscando. Lo
contempla ensimismada. Lo acaricia.
MARÍA
LUISA: (Mirando hacia el
cielo) Dios mío, he
perdido a mi hermano para siempre, él es lo único por lo que valía
la pena estar en esta vida. Todo mi cariño era para él. Si ya no lo
tengo no quiero seguir viviendo en este mundo. ¡Dios mío! No puedo
vivir viendo a Luis como un títere sin voluntad, no deseo verlo así.
(Para sí misma.)
Perdóname, hermanito. Te estaré esperando, estaré lejos, muy
lejos, pero nos volveremos a encontrar y estaremos juntos
eternamente. Pero hoy no… hoy estoy muy lejos.
Serenamente,
María Luisa toma un vidrio que se encuentra tirado y se corta las
venas. La sangre escurre por sus brazos. Dirige su mirada al cielo.
Ahora una luz cenital cae sobre María Luisa, todas las demás luces
del escenario han sido apagadas. Cierra los ojos lentamente. Oscuro
rápido.
ESCENA
II
Luis,
Ciego.
La
misma escenografía anterior. El cuerpo de María Luisa no está.
Sentado en un rincón, un ciego come un trozo de pan duro. Sus ojos
son blanquizcos y débiles, su ropa vieja, no usa calzado alguno.
Después de unos segundos entra Luis, con ropa nueva, bañado y
aseado. Busca por el callejón algo. Se dirige al ciego.
LUIS:
Oiga, ¿no vio pasar por aquí a una muchacha?
CIEGO:
(Inmutable)
No sé.
LUIS:
Es una muchacha muy bonita, como te 20 años, viste bien.
CIEGO:
(Ídem)
No sé.
LUIS:
(Ligeramente frustrado)
Una mujer por aquí, no es difícil ver a alguien de su descripción
por estos rumbos.
CIEGO:
No sé si ha pasado alguien así, y aunque lo hubiera hecho
(levantando la cabeza)
no lo podría ver. ¿Acaso no notas mi ceguera?
LUIS:
(Turbado) Perdón, no lo noté.
CIEGO:
Es natural. Nadie se da cuenta de lo más obvio hasta cuando ya es
tarde.
LUIS:
Sabe, estoy buscando a mi hermana, me dejó una nota, diciéndome que
vendría a este lugar. ¿No notó algo, algún ruido, conversación?
CIEGO:
Oí algo hace poco tiempo.
LUIS:
¿Qué oyó?
CIEGO:
A una mujer, una chica, hablando con un hombre.
LUIS:
Debió ser ella. ¿Qué dijeron? ¿De qué hablaron?
CIEGO:
Cosas sin importancia: de contratos, de almas… de Dios. Cosas
absurdas.
LUIS:
Para nada. No son cosas absurdas. ¿Acaso no cree en Dios?
CIEGO:
Claro que sí, he creído en él desde mi nacimiento y nunca lo he
culpado de mi condición. Pero tú, es extraño, desde hace muchos
años no creías en él.
LUIS:
¿Yo?
CIEGO:
Si, por hiciste ese trato con aquel vagabundo.
LUIS:
¿Qué sabes tú eso?
CIEGO:
Mucho; sé que cambiaste tu alma por tener las ropas que vistes, por
tener la comida que ingieres, por tener a la familia que posees. Y
también por ese mismo trato es que tu hermana… se ha ido.
LUIS:
(Asustado)
¿Se ha ido? ¿A dónde?
CIEGO:
A un lugar del que sólo se puede salir con mucha fe, devoción y
rezos.
LUIS:
¡¿Dónde está?!
CIEGO:
En el purgatorio.
LUIS:
¿Qué dices?
CIEGO:
Ella vino aquí a hablar con ese hombre para tratar de salvarte, pero
él fue más listo que tu hermana; hizo que ella perdiera la fe,
perdiera toda esperanza en recuperarte… se cortó las venas y murió
en ese lugar. (Señala en
lugar donde María luisa murió)
Y has de saber que por esa acción está en el purgatorio, porque los
suicidas no entran en la salvación. Pero haber hecho lo que hizo
tratando de salvarte, recibió indulgencias, y no fue remitida
tampoco al infierno.
LUIS:
No puedo creer lo que me estás diciendo.
CIEGO:
Es comprensible.
LUIS:
(Llora)
No puede ser que haya perdido a mi hermanita.
CIEGO:
Mira dentro de tu corazón, Luis, sabrás que todo lo que he dicho es
verdad.
El
ciego se incorpora y empieza a salir de la escena. Luis llora. Voltea
a verlo.
LUIS:
Espera. ¿Qué puedo hacer?
CIEGO:
Sólo que tú quieras hacer. Ni siquiera el poder más grande
controla tus actos. Solo los conoce. Adiós. (Sale)
Luis
queda hincado en el escenario llorando. Levanta la mirada al cielo.
LUIS:
(inconsolable)
Hermanita, perdóname, yo solo quería una vida mejor, una vida feliz
para ti, lo único que quería es que dejarás de sufrir… y no se
qué pasó, creo que estaré mejor allá contigo (agarra
un vidrio y se la clava en el estómago)
ya que aquí no tengo nada, tú eras lo único que tenía. (Muere)
FIN
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